Wim Wenters, Der Himmel über Berlin (1987)
Háblame musa del narrador
del infantil y antiguo origen de las cosas
perdido en el fin del mundo.
Y haz que a través de él
cualquiera pueda relajarse.
Con el tiempo mis oyentes
se han convertido en lectores,
y ya no se sientan en un coro
sino solos
y no saben nada el uno del otro.
Soy un anciano con la voz rota,
pero la historia resurge todavía desde lo más profundo
y mi boca entreabierta repite con esfuerzo,
con un hilo de voz,
una liturgia donde nadie necesita estar invitado a la inauguración,
al igual que el significado de las palabras
y las frases.
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